Te amo.
Se me escapa del pensamiento a cada rato. Te he estado queriendo (sí, en verbo progresivo) durante un tiempo en el que ya no sé distinguir cómo me definía antes de que todo esto sucediera.
Te amo en contrastes.
Acepto las diferencias abismales de nuestra idiosincrasia, de nuestras virtudes y de nuestros contextos. Sin embargo, de la manera más extraña, puedo contrastarnos en un mismo plano y saber que nos merecemos. En tu mundo, me has querido tanto como te es posible, en el mío sucede lo mismo. Blanco y negro, quizá, pero generando todo tipo de matices.
Adoro tu belleza.
En tanto que te empecinas en intentar que yo te vea con mirada cotidiana, ese mismo impulso me hace verte aún más linda. Es rara esta confesión, pero incluso siento que tu físico (además de ser hermoso) tiene algún vínculo en el plano de lo superficial con el mío. Del estilo en que dos personas afirman "verse bien juntos". No sé a qué se deba esto, pero creo que hubo buena suerte, y que además de gustarme en toda la expresión de la palabra, soy capaz de ofrecer un buen marco a tu belleza.
Te confieso.
Que no sé ni por qué te escribo en vez de dedicarme a cosas mundanas. Me dan gusto estos impulsos, significa que aún no llego a entender nada, lo cual implica que aún falta mucho por descubrir(te). O en otras palabras, que no podría ni podré cansarme de rendirte tributo. En resumen, que las mariposas siguen en su lugar, y te saludan.
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