Se me entrega su sueño
como el mejor regalo,
se me dibuja su ausencia,
como la más dulce pausa,
de un destino no cierto,
de caricias tan ciertas.
Nada espero,
si no es de ella.
Me alarga el anhelo
juega con mi sueño.
A veces pieza de dos,
y otras tantas de tres.
Sin querer ofenderla
la he querido tanto,
entre el mal clima
y el genio,
entre la triste historia,
y el miedo.
Dulce, ha sido, pues,
su triste palabra vana.
Y apenas deja un suspiro,
tontos pretextos,
algunas malas formas,
como si bastaran para no quererla.
Caricias para dos,
en que me enreda el alma.
Ella transpira miedos,
mientras le pido tramas.
Le ofezco un poema,
o un remedo de ello.
Que si bien tiene miedo,
a mí me sobra la fuerza.
Mi cielo acaricia
y a veces en trizas termina,
me hace saber que era nada
mucho antes de su llegada.
Caricias para dos,
y unos versos perpetuos.
Que si te quiero, linda,
no sea la novedad,
es que conspira el tiempo
y es que a la oscuridad
siempre le gana el sueño.
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