domingo, junio 20, 2010

El odioso espejo

Cocinando preguntas, hoy me vi en un espejo ajeno. Un tipo que escribe sobre lo gracioso de las muertes de Saramago y Monsiváis, su dolor y odio por las editoriales y la sociedad que los alaba. Habla sobre lo "asqueroso" de la vida, lo que más repudia y de repente hasta parece humano, cuando dice que le dolió que otro señor le presumiera a sus hijos, ante su imposibilidad (o de su ex esposa) de procrear. Justo en esos días agridulces en que odiaba al mundo, comencé a seguir sus letras. Pasaron de ser graciosas a generarme preguntas sobre qué era lo que estaba mal en la cabeza del señor. Que si los radicales de izquierda no le gustan, pues bien!, a mi tampoco... pero no es para odiar al mundo o sí?  Que si una mujer le comenta que su estado le recordó la letra de una canción de Lucía Mendez... era para re-mentarle la madre haciendo alusión a imágenes sexuales entre los padres de esa mujer? Entonces me vi ahí, increíblemente escondida odiando al mundo por no sé qué razón. Burlándome de las fallas de los otros, jodiendo al de al lado y al de enfrente. Con comentarios suspicaces y lo que sea, pero cortando con una lengua filosa cada centímetro de una realidad ya previamente fragmentada y burda. Me vi, parada con un gesto de hartazgo y pocas ganas de cambiar al mundo, como parecía hasta hace poco.
Pienso alejar a este humano de mis ojos, una vez que haya comenzado mi proceso de depuración. Hasta ahora mi mecanismo de defensa iba bien, siempre que se tratara de defenderse. Comencé a atacar a cualquiera, sin otra razón más que la de joder. Mi arrogancia no me permitía verlo, y verme inundada del veneno de otro me hizo caer en cuenta que si tanto me molesta, es porque me refleja.
Haciendo honor a la verdad, también merezco disculparme un poco. Mi disculpa es que los últimos años no me han dejado ni dormir en paz. Problemas, desilusiones, abandono. Me cuelgo de dos que tres apoyos verdaderos, unas ganas increibles de emerger y distracciones sanas. Tengo pretextos para odiar la vida, mas no razones. Esas ni existen. Ultimadamente si tanto la odiamos, siempre tenemos el consuelo de morirnos. Y ultimadamente, es lo de menos.
Ya tengo flojera de odiar y, aunque sinceramente resulte divertido, también es divertido creer en algo, ya sea Dios, el osito bimbo o uno mismo. Por default anulo las dos primeras posibilidades y me veo forzada a construir la última.

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