Tu cuerpo tu voz y toda tú
parecen invitarme a un rito eterno
que embriaga,
que nace y muere sin mí.
Tu dulzura,
igual en ternura que en cuerpo,
perfecta en inocencia y en juego,
mata y muere sin precisarme aún,
Pero yo...
te preciso en mi insomnio,
te espero de madrugada,
soborno a un dulce sueño...
para que dé cabida a tu mirada.
Y entonces bella,
nada se concede,
ni perfume, ni risa, ni esencia,
tristes los ojos que no te miran,
triste la ausencia que te extraña.
Sin embargo, feliz el alma...
feliz quien te siente aunque lejos,
felices digo, por quienes te adoramos,
feliz de fiesta,
de quienes te sabemos.
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