jueves, abril 28, 2011

Par de cosas extrañas

Normalmente no suelo hablar de mí, sino de mis experiencias. Pero esta vez he tenido una gran necesidad de callar cosas que ni yo entiendo, y preferí escribirlas para crear un eco, mínimo o nulo quizá pero fuera de mi círculo de amigos y de aquellos que dicen conocerme.
Han pasado un par de cosas extrañas. Se repitió ese ciclo de supuesto control, en que cuando tengo o ejerzo la posibilidad de hacer un daño, o no lo disfruto o no lo hago. En este caso, el daño sí fue causado, no por mí, sino por decisión de la otra persona. Ella decidió que así fuera, y yo lo dejé ser con toda indiferencia; una indiferencia no tan real, un poco forzada, pero al fin y al cabo, sana. Sé muy bien que esa actitud mía a ella no le importaba, de hecho creo que en ese momento estaba muy feliz (y supongo que aún debe estarlo) y ella decidió prescindir de todo lo que tenía que ver conmigo, incluyendo los mínimos "beneficios" de estar cerca de mí. Resulta que aunque el ya no estar en contacto conmigo le fuera irrelevante, o incluso bueno, aquello que sí deseaba de mí desapareció de pronto, por su decisión. Yo supuse que no sería yo la única en ofrecérselo, puesto que ella es una persona a quien muchas personas quieren. Mi sorpresa fue hace unos días al darme cuenta que lo que más le pudieron ofrecer fue una recomendación, es decir, nada. Ni material ni simbólico. Pero no me dio gusto, me dio tristeza. No precisamente porque ella merezca mi tristeza, sino por el hecho de no poder ofrecerle lo que de por sí ya tenía, limitada por simple salud mental (que no orgullo).
Consulté a una persona sobre si debía volver sólo para decirle: ten, esto es tuyo, porque siempre lo ha sido, aunque espero que nada cambie -por favor-. No me quieras más, ni menos, no me extrañes, y yo intentaré hacer lo propio. Me respondieron que eso sería "correcto", "humano", mas no prudente. Que si ya había logrado romper ese ciclo, era un retroceso tremendo, y en el mejor de los casos, una falta de amor propio. Y es que en el mundo de los humanos mucho se habla de honor, orgullo y amor propio como antagónicos de un gesto supuestamente generoso. Pero si realmente es generoso ¿entonces por qué es condicionado?
Mi respuesta es que mi mentalidad es muy filosófica, mientras que la de la mayoría es muy práctica, empirista. No estoy bien yo y mal ellos o viceversa, somos distintos. Yo manejo mis valores (cualquiera que sean estos) por encima de las circunstancias, ellos, primero ven la situación y luego matizan sus valores. De ahí es que persistencia se convierta en terquedad, la pasión en lujuria o la bondad en tontería. Actitudes que en mi mente son inmutables, aunque parecidas... porque soy muy "correcta", diría mi terapeuta.
Y todo este rollo para decir: Me siento culpable de no sentirme tan culpable por hacer lo que dicen y creo más saludable para mi vida. Es triste pensar que sin quererlo esté cobrando su indiferencia y/o grosería con su tristeza. Qué decadente relación!

No hay comentarios.: